Hay prendas que hablan más fuerte en silencio, no porque intenten impresionar, sino porque llevan una cierta presencia. Este abrigo es una de ellas. Hecho de algodón puro, cae largo y suelto, como un suave suspiro al final de un largo día.
¿El color? Un púrpura apagado y polvoriento, en algún lugar entre lavanda y sombra. No es brillante. Es mejor que eso. Es reflexivo. Calmado. El tipo de púrpura que encuentras en el cielo justo antes del anochecer. El cuello se posa suavemente alrededor del cuello, ofreciendo forma sin formalidad. Justo debajo, un solo botón cierra el abrigo lo suficientemente alto para mantener las cosas juntas, lo suficientemente bajo para dejar que el resto fluya libremente.
Le da a la prenda su ritmo, su quietud. Como una canción antigua que aún se siente nueva. Dos bolsillos laterales reposan tranquilamente en las caderas. Lo suficientemente profundos para una mano, una nota, un momento. Las pequeñas cosas que llevas contigo, sin pensarlo. Aquí no hay complicaciones, no hay forro, ni bordes afilados. Solo tela y forma, y una sensación de comodidad que permanece contigo. Este abrigo no sigue una temporada. Sigue un sentimiento. Superpuesto sobre lino en primavera, usado con lana en otoño, se mueve a través del tiempo, igual que tú.
Porque esto no es solo un abrigo. Es un compañero. Una declaración silenciosa.
Un recordatorio de que la suavidad puede ser fuerte, y la elegancia no tiene que gritar. Déjalo envolverte.
Déjalo guardar espacio para quien estás llegando a ser.